Diarios del jardín. Primavera
La palabra “regalo” lleva intrínseco el hecho de dar o recibir. Sin embargo, para que lo sintamos así, no hace falta que intervenga ninguna de estas dos acciones.
Quizá lo más importante sea su percepción de que hace un bien. A nosotros o a los demás. Un paseo por la montaña, aprender algo nuevo, el olor a pan tostado o ese objeto que nos levanta el ánimo con solo tocarlo.
Uno de mis regalos más preciados desde que fundamos ÁBBATTE es el jardín botánico de plantas tintóreas, junto a la sede del monasterio de Santa María de la Sierra. Justo bajo el taller, plantas como el índigo, la rubia o la hierba lombriguera, despliegan su belleza sorprendiéndonos un año más.
El objetivo de este jardín tan especial no es teñir los productos de ÁBBATTE, para ello necesitaríamos muchísimas hectáreas más. Su único -y gran- fin es ayudarnos a transmitir el valor de estas plantas.
También, nos permite investigar, cultivar nuevas especies, ver cómo se comportan con el clima segoviano, descubrir sus posibilidades de teñido y después transmitirlo. No se puede valorar lo que no se conoce.
El jardín de plantas tintóreas de ÁBBATTE me regala esa misión y también incontables lecciones de vida. Me recuerda la importancia de no dar nada por sentado. Como cuando planté árbol de té con la seguridad de tener el espacio perfecto para él y nunca se arraigó. También la zumaquera ha sufrido esta primavera los efectos de unas heladas tardías. Aunque este jardín es casi siempre un reto, me regala muchas preciosas sorpresas. Estos días el bonetero, la planta favorita de Camila, ha florecido con toda su peculiaridad.
El jardín me obliga a acercarme a él con una mirada abierta, sin ideas preconcebidas, me exige mirar en detalle y ser escuchado. No le escuché cuando me empeñé en plantar la rubia en una zona abierta e impoluta de malas hierba. No prosperó ninguna. Ante mi asombro, la rubia creció ufana en un lateral, junto al muro de piedra y, ¿adivináis?, protegida de las temperaturas de la sierra gracias a las malas hierbas.
Acabamos de plantar junto a la rubia Mirto de Brabante, cuyas hojas y flores nos ofrecen unos preciosos tonos amarillos verdosos. No sé cómo se llevarán. Pero sí que el resultado será un regalo.
Elena Goded,
fundadora de ÁBBATTE.
PD. Quiero dar las gracias a Diego, el gran velador del jardín de plantas tintóreas de ÁBBATTE.
Fotos Paco Marín & Pablo Gómez Ogando
Garden Diaries. Spring
The word 'gift' is often associated with either giving or receiving. However, these actions don't need to occur for us to feel the joy that gifts bring. What's perhaps more important is the perception that it's doing some good, either for us or for others. This could be a walk in the mountains, the commencement of learning something new, the aroma of toast in the morning, or an object that uplifts our spirits merely by touching it.
Since the founding of ÁBBATTE, one of my most treasured gifts has been the botanical garden of dye plants, adjacent to the Santa María de la Sierra Monastery. Positioned just beneath the workshop, plants such as true indigo, madder, and tansy exhibit their beauty, delighting us anew this year.
The purpose of this unique garden isn't to dye ÁBBATTE products, as we would require many more hectares for that. Instead, its primary and significant purpose is to convey the unique value of these plants. It also enables us to conduct research, cultivate new species, observe their behavior in the Segovian climate, explore their dyeing potentials, and then pass on this knowledge. After all, it's impossible to value something you don't fully understand.
The ABBATTE dye plant garden imparts this mission and countless life lessons to me. It serves as a reminder of the importance of not taking anything for granted. For instance, when I planted tea tree, I was convinced I had found the perfect spot for it, but it never took root. Similarly, the sumac also bore the brunt of a late spring frost. Despite the garden posing constant challenges, it never ceases to amaze me. Recently, the spindle, Camila's favorite plant, has blossomed, showcasing all its unique traits.
The garden requires me to engage with it with an open mind, devoid of preconceived notions. It compels me to observe closely and listen attentively. I failed to listen when I stubbornly decided to plant the madder in an open, weed-free area. Unsurprisingly, none of them flourished. Much to my surprise, the madder grew robustly on the side, adjacent to the stone wall, and, surprisingly, was shielded from the highland temperatures by the weeds.
We have recently planted bog myrtle alongside the madder. Its leaves and flowers radiate beautiful shades of yellow and green. I don't know how they will do. However, I am confident that the outcome will be a delightful gift.
Elena Goded,
founder of ÁBBATTE
PS: I would like to extend my gratitude to Diego, the dedicated caretaker of the ÁBBATTE dye plant garden.
Discover ÁBBATTE's natural dye selection |
Pictures Paco Marín & Pablo Gómez Ogando