Artesanía no es sinónimo de rústico

A finales del XVIII, cuando empezaron a mecanizarse los procesos de trabajo, muchos se maravillaron con las nuevas formas de hacer, más rápidas, más uniformes, más controladas. La máquina se quedó con la eficiencia y las manos con lo poético.

En algún momento se hizo una correlación que hoy me gustaría romper. Atribuimos al trabajo con las manos una imperfección natural, que casi viene dada, defectos que quizá no aceptaríamos de la máquina. Muchos lo llaman, no sin cierto halo romántico, lo rústico. 

La alta artesanía no es rústica, sino todo lo contrario, es sofisticada, exquisita y precisa. Ha de entenderse como el nivel más elevado de maestría en una técnica. Una pieza artesana no es exclusiva por sus imperfecciones, sino por el nivel de su oficio y de sus materiales.

Ábbatte high craftsmanship

Aspirar a la excelencia es fundamental para la artesanía porque representa un compromiso con la pieza que se crea, con el que la encarga y, sobre todo, con la pervivencia del oficio. Es precisamente la maestría de la técnica la que asegurará su continuidad frente a otras alternativas mecanizadas o con menos oficio. 

Eugen Herrigel explica en “Zen en el arte del tiro con arco” que, para ser maestro en algo, se requieren de muchos años de ardua práctica y llega un momento en que la compenetración es tal que el artesano y su oficio se fusionan, no existe uno sin el otro, es algo que trasciende la práctica, que alcanza lo espiritual. Cuando una tejedora llega a ÁBBATTE pasa meses aprendiendo lo más básico del oficio, practicando y puede tardar cinco o seis años hasta, como ellas dicen, “tener la mano hecha”. Los tiempos son importantes.

Las piezas evolucionan. Las piezas de ÁBBATTE se crean con la intención de que duren más de una vida, que pasen a otra generación y que se vayan transformando de la misma forma que lo hacemos las personas. Porque cuando los objetos se han creado con maestría, cuando se han hecho bien, envejecen con dignidad. Como nosotros, matizan el color, adquieren nuevas texturas, rugosidades, alguna cicatriz. Y, todo ello, lejos de quitarles valor, los embellece aún más. Se convierten en merecedores de formar parte de nuestra historia. Son, como nuestras arrugas, testigos privilegiados de que vivimos la vida.

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Elena Goded, 
fundadora de ÁBBATTE.

  

Craftsmanship is not the same as rustic 

At the end of the 18th century, when work processes began to be mechanized, many were amazed by the new ways of doing things: faster, more uniform, more controlled. The machine took efficiency, and the hands took poetry.

At some point, a correlation was made that I would like to break today. We attribute a natural imperfection to handwork, which almost comes as a given—flaws that we might not accept from a machine. Many call it, not without a certain romantic aura, rustic.

High craftsmanship is not rustic; on the contrary, it is sophisticated, exquisite, and precise. It must be understood as the highest level of mastery in a technique. A handcrafted piece is not unique because of its imperfections but because of the level of skill and the quality of its materials.

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Striving for excellence is fundamental to craftsmanship because it represents a commitment to the piece being created, to the person commissioning it, and above all, to the survival of the craft. It is precisely the mastery of the technique that will ensure its continuity against other mechanized or less skilled alternatives.

Eugen Herrigel explains in "Zen in the Art of Archery" that to master something, many years of hard practice are required, and there comes a moment when the integration is such that the craftsman and the craft merge—one cannot exist without the other. It transcends practice, reaching a spiritual level. When a weaver joins ÁBBATTE, she spends months learning the basics of the craft, practicing, and it can take five or six years to, as they say, “get the hand right.” Time is important.

The pieces evolve. ÁBBATTE pieces are created with the intention of lasting more than a lifetime, to be passed on to another generation and to transform just as we do. Because when objects are created with mastery, when they are well made, they age with dignity. Like us, they gain nuanced colors, acquire new textures, roughness, and some scars. And all of this, far from detracting from their value, enhances their beauty even more. They become worthy of being part of our story. Like our wrinkles, they are privileged witnesses that we have lived life.

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Elena Goded,

founder of ÁBBATTE 

 

Ábbatte high craftsmanship

 

All pictures by Paco Marín